La Piedra Bamboleante

(...) Algunos sonsideran esta piedra oscilante como monumento megalítico, y otros como objeto del culto naturista de los hombres prehistóricos, que cultivaron la "litolatría", esto es, el culto de las piedras.

El sabio arqueólogo don José Ramón Méliza hizo su visita de investigación, en el verano del año 1915. El producto de su estudio, que hemos de citar varias veces, en cuanto a la piedra oscilante, o "cancho que se menea", lo consignó en la "Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos", titulado "Monumentos Megalíticos de la provincia de Cáceres". Dice así:


"Esta clase de megalitos, raros en nuestra península y en muchos casos considerados como accidentes o fenómenos naturales, no productos del ingenio y de la mano del hombre que suelen ir unidos a supersticiones que en los tiempos primitivos tuvieron formas de creencias religiosas, no los hemos hallado en la provincia de Badajoz y en cambio podemos dar noticias de algunos en la de Cáceres.

En cuanto a tales megalitos, estuvieran directamente relaccionados con las creencias religiosas de los hombres prehistóricos, menester es recordar que la "litolatría" es una de las formas más antiguas del culto naturista y que en general, se considera que estas piedras debieron estar consagradas a la adivinación y destinadas, por tanto, a ser utilizadas como oráculos según el número de oscilaciones u otra circunstancia de ellas cuando se pusieran a prueba.

Estas piedras bamboleantes, aunque en la mayoría de los casos se crea natural el equilibrio de tales piedras, no deja de cuestionarse que la mano del hombre haya intervenido para facilitar o regularizar el trabajo caprichoso de la naturaleza

La piedra bamboleante, llamada "el cancho que se menea", estaba situada en lo alto de un pico (llamado de la Cogolla) de la cordillera Oretana, cerca del hito que puso en aquella cúspide la Comisión de la triangulación geodésica, a 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar, y en punto distante a una legua de Montánchez.

El monumento se componía esencialmente de tres piedras de distintos tamaños, labradas, esto es, cortadas aunque imperfecta y groseramente, y colocadas y dispuestas en el orden y para el fin apetecido, con excelente resultado. Dichos tres elementos son: pedestal, plinto y cabeza o piedra bamboleantes propiamente dicha. El pedestal era cuadrangular, de 86 cm de altura y estaba un poco inclinado hacia un lado; el plinto era cuadrado, de 22 cm de altura por donde esta es mayor, para compensar la inclinación, y la piedra bamboleante ofrecia un perfil trapecial y medía 2,60 metros de altura, teniendo el total del monumento 3,68 metros. Las piedras eran graníticas como las que hay en toda la sierra y junto al monumento había otras piedras amontonadas que permitian desde encima de ellas empujar la gran piedra, oponiendo al principio alguna resistencia, pero luego que empieza a moverse, opone menos y disminuye la resistencia a medida que se van produciendo más oscilaciones, aumentándose la velocidad e inclinación hasta parecer que se va a caer sobre el que la mueve. Su aspecto y forma ensanchada por arriba,lo delgado del plinto sobre el pedestal y éste, daban la impresión de un incorrecto busto humano, lo que ha sugerido la idea de que pudiera ser un ídolo que mueve la cabeza sobre sus hombros y domina aquella grandísima extensión.


En la provincia de Cáceres, cita don Vicente Paredes otras dos piedras bamboleantes, una en el sitio llamado el Bodegón, cerca del camino de Garrovillas a Alcántara, y otra, llamada la Lancha de Valdejuan, que existía en el término de casar de Cáceres, la cual fué destruida por los campesnos porque les estorbaba para trillar en una era.

Volviendo a nuestra "piedra bamboleante", que resisitió los vendabales y huracanes que con furia azotaron la montaña por tantos miles de años, tuvo un final nefasto el día 19 de junio de 1937, en el que había desplazadas en la sierra dos compañías del Regimiento de Las navas. La primera compañía, comandada por el alférez Félix Alejandro Bartolomé Ingelmo estaba en el punto cumbre, a mil metros de altura, donde estaba emplazada la "piedra oscilante"; la hicieron oscilar fácilmente, obedeciendo el cancho a su requeriemiento, pero los soldados que estaban acostumbrados a la obediencia ciega de sus jefes y oficiales y para probar, sin duda, que sabían derrocar piedras milenarias, deliberaron entre sí, si la piedra podía y debía derrocarse, con la resolución de la caída de la piedra, el derribo del coloso, y así probar, sin duda "su valentía".