[Lua Extravagante]

Cualquiera diría que una noche clara les miró la luna, porque de otra forma no se entiende que nos hayan dejado una herencia impagable.

Si es así, habremos de dar gracias a Selene, porque por ella podemos visitar a lo largo de estas tierras cercanas, un rosario casi sagrado de lugares que parecen nacidos de una visión, de un sueño mágico.

En la Lusipedia uno puede viajar por esos mundos íntimos que algunos, sin duda, románticos recalcitrantes, levantaron para dejarlos en depósito en nuestra memoria.


La historia del jardinero de Losar es más propia de un desagarrado poema de Florbela Espanca que de la fábula de Eduardo Manostijeras. En la serranía verata el jardinero edificó un vergel de amor y una sinfonía animalaria que recibe al visitante que llega a Losar. Su triste final ilumina aún más esta hermosísima historia de ausencias y jardines.

El Jardim do Paço es la extravagancia pura. Un lugar en Castelo Branco para perderse entre esculturas. Un bosque de rostros que dicen que simbolizan a monarcas de Lisboa y de Madrid. Sí, pero también a la vida y a la muerte.

El Jardín de las Arguijuelas expresa la melancolía, la lluvia fina del altiplano. Un microcosmos junto a almenas por las que pareciera que va a salir gritando algún energúmeno disfrazado de Ricardo Corazón de León.

El Castelo de Fontalva parece salido de un sueño de hadas y princesas. Emboscado en los campos de Elvas, lejos de las estradas y las carreteras comarcales, el castillo es uno de los secretos mejor guardados de las tierras alentejanas, y su ubicación ha sido muchas veces un misterio. Un castillo blanco en pleno bosque lusitano no es otra cosa que un hecho mágico, un encuentro con la literatura fantástica, y ahí debe quedar.

El Rincón de los Engendros puede pasar desapercibido. Junto a él se levanta la serenidad del puente de los puentes y el hormigón de la presa de las presas. No te vayas de Alcántara sin pasear por esta esquina antes de que el tiempo y la barbarie acaben con este mosaico de pequeños monstruos de metal.

El Palacio do Picadeiro, en Alpedrinha, junto a Fundâo, fue un capricho. Se comenzó a construir pero nunca se concluyó. Junto a un camino de la lana, en una entrañable aldea serrana, de pronto un sueño señorial, majestuoso, fuera de lugar, fuera del tiempo. Por eso nos gusta. Recientemente se ha recuperado como motor de cultura de la comarca. Bienvenido sea.

El Capricho de Cotrina lleva este espíritu extravagante en su DNI. Su silueta no pasa desapercibida al viajero que se acerca a Maimona.

El Palacio Brasileño de Oledo, el imprescindible Museo de Huertas de Ánimas, el que a ratos parece el poblado de Astérix o un Belén viviente o el decorado de Conan, las filigranas exquisitas y sutiles de los jardines de Antonio Juez en Badajoz, los jardines franceses de La Vara, la Capilla Bizantina de la Soledad, réplica que dicen que es de la fantasía de Ludwig, el rey de Baviera, el Palacio de las Pollatas en Palomas y el de la Zapatera en Oliva, en los que el viajero puede retornar a Brideshead en plena dehesa, son algunos de estos capítulos lunáticos que el navegante puede conocer en la que es, sin duda, la página más extravagante de la Lusipedia.